Devocional # 45 26 diciembre 2012
Creciendo en la Gracia
Antes de seguir con el tema de la gracia quisiera explicar un subtema de esta misma serie:
Al hablar de la gracia se cae en el peligro de que se malinterprete de poder hacer lo que se me pegue la gana, pues estoy bajo la gracia, pues Dios con gracia ya me cubrió.
Ya el apóstol Pablo se enfrentó a la misma mala interpretación: Romanos 6: 1 Entonces, ¿qué diremos? ¿Seguiremos pecando, para que la gracia abunde? 2 ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?
Vemos otro caso práctico de esta verdad acerca de la gracia de Dios, José enfrentándose a la mujer de Potifar: Génesis 39: 9 En esta casa no hay
nadie mayor que yo, ni hay nada que él me haya reservado, excepto a ti, puesto que tú eres su mujer. ¿Cómo podría yo cometer algo tan malo y pecar contra Dios?»
José no pensó en la posibilidad de la ira de Potifar, ni en que podía perder las bendiciones de Dios, ni en que lo podían descubrir cediendo a los deseos de la mujer, sino que su motivación fue su reverencia a su Señor. Lo que le preocupaba era la posibilidad de desobedecer a su Dios santo y soberano, aunque ese Dios había permitido que sus propios hermanos lo vendieran como esclavo.
Dios es infinitamente digno de la más celosa y amorosa obediencia de mi parte, aunque jamás recibiera una sola bendición de su parte.
Apocalipsis 4: 11 «Digno eres, Señor, de recibir la gloria, la honra y el poder; porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.»
Mi oración es que: nuestra respuesta a Dios sea de nuestro corazón por lo que Él es, por su propio valor, no por lo que me pueda dar o hacer.
Pero no podemos ser libres en pensar en su valor y en su gloria mientras me encuentre luchando por ganarme su aceptación y favor. Mientras más lucho por ganarme su favor y bendición, más alejo la gracia y a Cristo de mi vida, pues es una labor que Él ya ganó para mí.